Un
año más llegó, al fin, la gran cita del año, el Rock´n Roll
Maratón Madrid.
Atrás
quedaron casi 5 meses de en trenos, 5 meses de frío, calor, lesiones,
viento, sufrimientos, alegrías, de muchas horas en los caminos, de
muchos sacrificios, 5 meses entrenando y haciendo carreras, siempre
con el objetivo de llegar a esta fecha en las mejores condiciones
posibles y, por fin, el día llegó.
Este
año, había cambios en la carrera, el recorrido era nuevo, no del
todo, pero con cambios importantes, sobre todo al final. La sensación
era que el final era más suave y que llegaríamos con más fuerza a
esos kilómetros finales donde las fuerzas son ya mínimas, pronto
sabríamos si era cierto.
La
jornada empezó muy temprano. Como un niño que va a la feria a
disfrutar de las atracciones, todo ilusionado, con la sensación de
una fiesta, a las 5 de la mañana ya estaba preparando el desayuno ,
zumo de naranja, batido de plátano, taza de cereales y tostadas con
jamón, un desayuno acorde con la tarea que nos esperaba, y digo nos,
porque junto a mí estarían Inma, mis padres y Fátima, una amiga de
Inma que nos acompañó este año, y que estarían animándome en
todo momento y dándome ese apoyo tan importante en estas carreras.
La
noche anterior ya se había quedado todo preparado, zapatillas,
dorsal, equipación, geles, glucosa, gps y teléfonos cargados, todo
preparado y repasado varias veces para que todo fuera perfecto desde
el inicio.
Una
vez desayunado, sacado a Alí y todo listo, a las 6 fuimos a recoger
a mis padres, que como siempre, puntuales, nos estaban esperando en
la puerta. Una vez todos en el coche, salimos los cinco hacia Toledo.
Este
año decidimos ir en autobús (guagua) junto con los compañeros de
la Asociación Atlética Puerta Bisagra, que tiempo atrás en otras
carreras en las que coincidimos, me ofrecieron esa oportunidad, así
que así lo hicimos y, tengo que decir, que la experiencia mereció
la pena, ya que además de la comodidad de olvidarte del coche, nos
dejan y recogen al lado de la salida y meta, el ambiente es
extraordinario, tanto al inicio como al terminar, y , naturalmente,
las cervezas del final no faltaron mientras comentábamos la carrera.
Una vez ya en Madrid, sobre las 8 de la mañana, nos preparamos, me coloqué el dorsal y nos fuimos en busca de un bar para el café de rigor y la visita al baño correspondiente, después, un poco de radiosalil para las rodillas, alcohol de romero para las piernas y a calentar, a partir de aquí ya solo vería a Inma, mis padres y Fátima en los puntos que previamente habíamos quedado y allí estarían apoyándome en todo momento.
Tras
habernos separado y calentar un poco me dirigí a la línea de
salida. En esta parte la organización falló un poco , ya que apenas
controlaba la gente que entraba en cada cajón, por lo que había
gente de cajones mas atrasados en cajones delanteros, con las
aglomeraciones que ello conlleva. De todas formas este año, llegué
a mi cajón con mucho más tiempo que el año pasado, aquel día
apenas si pude colocarme en mi cajón, pero este año apenas había
gente cuando me coloqué y, junto a mi, todos los compañeros de
viaje con la idea de hacer la mayor parte de la carrera juntos,
puesto que los objetivos eran muy parecidos.
En
la de línea salida piensas en muchas cosas, saldrá bien todo, me
tendré que retirar, no fuerces demasiado al principio, y sobre todo
estás deseando empezar y correr con esa ilusión, o más bien
sensación, de, en lugar de estar en una competición, estar, como he
dicho antes, en una fiesta del deporte, junto a miles de personas que
vienen a lo mismo, porque, a pesar de querer hacer siempre tu marca
personal, principalmente se viene a disfrutar y a pasarlo bien
haciendo deporte en un evento tan importante como este.
Una
vez dada la salida empezamos a correr, más bien a trotar, éramos
demasiados corredores como para poder correr. Hasta el km 2, al
menos, no pudimos ir a nuestro ritmo de carrera, pero tampoco
importaba demasiado, había kilómetros suficientes para ello.
Durante
la primera parte de la carrera los kilómetros volaban, a un ritmo de
5:15, más o menos, iba devorando los kilómetros casi sin darme
cuenta, a pesar de no ir muy rápido la carrera se me estaba pasando
volando, siempre junto a mis compañeros de carrera de Puerta
Bisagra. La idea era ir a unos 5 o 4:59 para cumplir el objetivo que
me había marcado de 3h:30, pero cada vez que cogía ritmo de carrera
y conseguía limar segundos al ritmo, tenía que hacer una parada
“técnica” y vuelta a empezar, así hasta 4 veces en los primeros
15-20 kilómetros, por lo que en esta primera parte de la carrera iba
haciendo la goma con mis compañeros, pero aún así, poco a poco,
fui cogiendo el ritmo deseado hasta conseguir ir a esos 4.59
deseados.
A
pesar de tener que hacer todas estas paradas, como he dicho, la
carrera se pasaba muy rápido y, sin darme cuenta, pronto llegaría
al primer punto de encuentro con mi gente, que sería el km 11. Allí
estaban los 4 animándome y mostrándome su apoyo, que tanta falta me
haría más adelante.
A
esta altura de carrera las piernas y la mente estaban frescas, ya me
había asentado bien en la carrera, el ritmo empezaba a ser constante
y me sentía muy fuerte. La primera parte de la carrera estaba hecha
y todo iba bien, el siguiente punto de encuentro sería entre el
kilómetro 19 y 20.
La
carrera seguía y, poco a poco, consumíamos los kilómetros, las
bandas de música del recorrido nos animaban y amenizaban el paso de
los corredores al igual que la gente, muchísima gente en las aceras,
esta es una de las razones por las que, a pesar de la dureza, da
gusto correr en Madrid, la gente te lleva en volandas, es una
sensación fantástica, incluso en estos kilómetros en los que
todavía vas con muchas fuerzas, aún te hacen sentir más fuerte.
Así llegamos a sol y a la Calle Mayor, este es un punto algo
especial, si en todo el recorrido hay gente animando, aquí y en la
parte final de la carrera la gente se vuelca con los corredores, da
gusto correr y es cuando piensas que todo el esfuerzo realizado meses
atrás ha merecido la pena.
Llegado
este punto la media maratón estaba casi hecha, pronto volvería a
encontrarme con mi gente y ahí estaban de nuevo, animando sin parar
y empujándome hacia la meta . Ellos también hacen su maratón
particular, para estar apoyándome en cada momento también tienen
que hacer su propio recorrido por el metro y las calles de Madrid y
eso también supone un esfuerzo. La próxima vez que los viera sería
el kilómetro 36, a un paso de meta.
Minutos
después ahí lo vimos, kilómetro 21, medio maratón, la mitad de la
carrera estaba completada.
La
carrera se me había hecho, hasta ahora, extrañamente corta y
rápida, como cuando estás disfrutando de algo que no quieres que
acabe y vas viendo como poco a poco se va terminando. Comparaba
entrenamientos en los que, en el kilómetro 17, me sentía sin
fuerzas para terminarlos y que por fuerza de voluntad los acababa,
porque la cabeza también se entrena, con las fuerzas que tenía a
esta altura de la prueba y pensaba que podría hacer un magnífico
tiempo. Solo quedaban 21 kilómetros, las fuerzas me acompañaban y
la mente también, solo tenía que hacer un entreno de los muchos que
había hecho durante los meses anteriores, además también contaba
con que el final de este año, en principio, era mas suave, por lo
que todo parecía ir perfectamente para hacer marca personal, a todo
esto iba fenomenalmente acompañado por lo que todo estaba saliendo a
la perfección.
El ritmo era constante, el gps marcaba de ritmo medio 4:59, el previsto, y así entramos en la Casa de Campo. En este punto, km 26, por muchos maratones que corra en Madrid, siempre me acordaré del primero que hice en el 2012, en el que me hice daño en la rodilla y tuve que hacer andando los 5 últimos, afortunadamente, de momento todo iba bien, el ritmo de carrera era perfecto y recordé, además, que aquí quise aumentar el ritmo el año pasado y no pude, esta vez no hacía falta intentar forzar, todo iba bien. Dentro de la Casa de Campo ya empecé a pensar en meta, quedaban 16 km, estaba casi hecho, por un momento miré el reloj para fijarme en el tiempo que llevaba corriendo, cosa que, aunque parezca raro, no había hecho hasta ahora, solamente me fijaba en el ritmo, y me pareció mentira que llevara 2h y 10 minutos corriendo, se me había pasado enseguida.
El
recorrido por esta parte se empezó a hacer duro, las piernas ya
notaban los casi 30 kilómetros que llevaba hechos y empezaba a ver
que ya no iba tan fresco. En esta zona ya me había adelantado a mis
compañeros siguiendo mi propio ritmo de carrera.
La
parte final de la Casa de Campo es especialmente dura, son unos 800
metros de subida que castigan mucho a los corredores y aquí si que
noté el cansancio acumulado y que las piernas ya no iban tan
frescas, por primera vez en la carrera noté y empecé a sentir a
dureza del maratón, pensando más en lo que aún faltaba que en lo
que había hecho.
Una
vez terminada esta parte, estábamos en el kilómetro 30, quedaban
12, solo 12, pero serían los más duros de todo el recorrido.
Todo
el que ha hecho maratones sabe que aquí llega el famoso muro de los
30, las piernas ya están doloridas, la cabeza te dice que aflojes,
pero solo quedan 12 y no aflojas, todavía no.
Aquí,
ya sabiendo que en el 36 estaría mi gente apoyándome y pensando en
kilómetro a kilómetro, conseguí mantener el ritmo otros 6 o7
kilómetros más, quería hacer marca personal y estaba cerca de
conseguirlo. A partir de aquí y hasta la entrada en el Retiro todo
era subida, más o menos tendida pero todo subida. En el 36 las
rodillas empezaron a darme problemas, sobre todo la izquierda, en la
misma zona que en el 2012, pero solo quedaban 6 kilómetros y no iba
a parar, a no ser que fuera completamente necesario.
Por
esta zona debía estar mi gente, intentando encontrar un último
aliento para continuar hasta meta los buscaba con la mirada, ahí
estaban alentándome, esos ánimos desde la acera me daban fuerzas
para seguir corriendo y hacer esos últimos kilómetros durísimos
que aún me quedaban.
Estos
kilómetros se me estaban haciendo difíciles de verdad, la rodilla
cada vez me dolía más, el ritmo bajaba y no podía correr con
soltura, pero los kilómetros seguían pasando.
Llegó
el 38, solo quedaban 4. Aquí las fuerzas ya están a límite, el
cuerpo dice que no puede más, la cabeza te pide que pares, pero no
paras, escuchas a la gente como anima y continúas, así llegó el
39.
En
los avituallamientos ya hacía tiempo que usaba una botella para
beber y otra para las piernas, cada apoyo que hacía era un castigo,
la rodilla me estaba machacando, pero continué, mirando el gps y,
contando los metros para pasar otro kilómetro, llegué al 40.
Una
vez aquí pensaba “son sólo 2 kilómetros, está hecho”, pero
estaba al límite, hubo un momento en que pensé que tendría que
acabar andando. Miraba el gps descontando los metros que faltaban y
viendo como todavía era posible hacer marca, además, la gente
animaba sin parar como si fueran ellos los que tuvieran que hacer
esos 2 kilómetros finales y eso, junto a la fuerza de voluntad que
aún me quedaba, me llevó hasta el 41.
En
este kilómetro ya daba igual si iba cojo, si no tenía fuerzas, nada
de eso importaba, iba a terminar y haciendo marca sí o sí. Sabiendo
que en 6 minutos acabaría, apreté los dientes, y seguí hacia
delante. Hacía un par de kilómetros que me habían pasado tres
compañeros de carrera, había intentado seguirlos, pero me resultó
imposible, en este último me alcanzó otro que también iba tocado,
los dos, haríamos este kilómetro juntos.
Tras
sufrir un poco más, por fin entramos en el Parque del Retiro, aquí
solo había que dejarse llevar, la meta estaba cerca, unos metros más
y cumpliríamos el objetivo.
Ahí
estaba, el arco de meta nos esperaba y tras más de tres horas y
media corriendo, disfrutando y sufriendo al fin entramos en meta con
la satisfacción de haber terminado, otra vez, un nuevo reto.
Al
final entré en meta con una marca de 3h 38 min. 29 seg., haciendo
mejor marca personal en maratón.
Tras
haber terminado, exhausto, ahora solo quedaba disfrutar junto con
todos los que allí fuimos, de unas cervezas y unos bocadillos. Así
me encontré con Inma, mis padres y Fátima, aunque nos costó
hacerlo, y nos dirigimos al autobús, a por las merecidas bebidas y
viandas, esperando a la hora para volver a casa.
Una
gran mañana de deporte en compañía de familiares, amigos y
compañeros, con un tiempo que acompañó en todo momento y que
permitió que disfrutáramos de lo que más nos gusta.
Ahora solo queda descansar y empezar a entrenar para el siguiente reto de este año, que con un poco de suerte será fuera de la península, en la isla de Tenerife, la BlueTrail.
Roberto
Fotos: Inma Goya; Roberto, Blas, Maraton Foto
Fotos: Inma Goya; Roberto, Blas, Maraton Foto